Adiós al correo

Aquest article ha estat escrit pel nostre ex-company Gustavo Flores Ruggeri
en referència a la desaparició del correu electrònic de les diverses unitats,
i la centralització del servei en el núvol.

El servicio de correo electrónico lleva en funcionamiento en la UPC desde la
década de 1980 o incluso, puede que antes. En un principio, este servicio
se ofrecía desde el ordenador de la escuela. Junto al correo, otros servicios
como la gestión económica, la gestión académica, la programación, los
compiladores y las bibliotecas de rutinas de cálculo científico, entre otros,
compartían un entonces potente ordenador, del tamaño de una pequeña
habitación, y con una potencia de cálculo cientos o quizá miles de veces
menor que el teléfono móvil que hoy llevamos en el bolsillo.

Pero la tecnología es implacable e imparable y eso supone cambios. Y el
principal cambio vino de la mano de un actor inesperado: la red.

En poco tiempo, la red se hizo más rápida, aumentando considerablemente
la velocidad de transmisión, más segura, reduciendo espectacularmente los
errores durante la transmisión, más disponible, permitiendo la conexión
durante 24 horas al día los 365 días del año y más accesible, llegando a
lugares remotos hasta entonces impensables.

El resultado de esta indiscutible mejora en la red tuvo como consecuencia
una mayor facilidad en el acceso a los servicios, o, dicho de otro modo,
redujo la distancia entre el usuario y el servicio. Pudimos (y podemos)
acceder a los servicios, ya no sólo desde el trabajo, sino también desde
casa, durante el día o a altas horas de la noche, desde un congreso en el
extranjero o desde nuestro lugar de vacaciones, en la playa más paradisíaca
o en la montaña más remota, entre otros.

Aparecieron así economías de escala; los servicios de gestión fueron pronto
centralizados y su soporte desapareció de la escuela. Ante este escenario,
era evidente que el correo electrónico estaba obligado, más temprano que
tarde, a seguir la misma suerte. Sin embargo, nos resistíamos a renunciar al
mantenimiento de este servicio.

El correo electrónico había entrado en nuestras vidas discretamente, en
silencio, pero avanzaba seguro, paso a paso, siempre creciendo. Se
convirtió en nuestra principal herramienta de comunicación, desplazando a
otras, mucho más antiguas y de sólida tradición. Arrinconó, poco a poco, al
teléfono como medio prioritario de comunicación entre personas. Era (es)
más fácil enviar un correo y esperar respuesta que intentar localizar a otra
persona usando el teléfono del trabajo. También desplazó, esta vez
completamente, a las cartas como sistema de comunicación de grupos y
personas. Era más fácil mandar un mensaje de correo a una lista de
distribución o a un usuario, por lejos que éste estuviera, que distribuir una
circular o enviar una carta y esperar respuesta, respectivamente
(sustituyendo el ordenador al conserje que repartía las cartas despacho por
despacho, pero ese es otro tema que no procede discutir ni aquí ni ahora).

Aunque, con el tiempo, fueron apareciendo otras herramientas digitales más
modernas como el chat, el RSS y la videoconferencia, entre otras, ninguna
de ellas logró desplazar al correo electrónico como la más rápida y la más
efectiva de todas las herramientas de comunicación. Hoy, ya entrados en el
siglo XXI, el correo electrónico es la principal herramienta de contacto para
todo tipo de empresas. Presupuestos, pedidos, facturas, todo tipo de
información (tanto lícita como ilícita) e incluso documentación circula dentro
de y entre las organizaciones y los particulares a través del correo
electrónico.

Durante mucho tiempo, instalamos, configuramos y mantuvimos en
funcionamiento la aplicación de correo y, no lo olvidemos, el ordenador
sobre el que funcionaba. Nuevos y mejores programas de gestión del correo
y nuevos ordenadores, cada día más rápidos, se aliaban para mejorar el
servicio continuamente. Altas y bajas de usuarios y listas de distribución,
actualizaciones, instalaciones, configuración, parches, migraciones de un
hardware antiguo a uno nuevo, y, sobre todo, la atención al usuario,
formaban parte del día a día del correo y de las personas dedicadas a
mantener el servicio en funcionamiento durante el mayor tiempo posible.
Sabíamos que sería imposible mantenerlo en marcha de forma indefinida,
pero no estábamos dispuestos a conformarnos con menos, así que no por
ello dejaríamos de intentarlo.

Pero el correo electrónico fue víctima de su propio éxito. Al convertirse en
un servicio fundamental, aumentó el esfuerzo de los desarrolladores en
hacer que el software de gestión del correo se hiciera más robusto, más
seguro, más fiable y que requiriese de menos esfuerzo para mantenerlo en
funcionamiento durante periodos cada vez más largos de tiempo. Y
acabaron apareciendo de nuevo las tan beneficiosas, pero tan temidas,
economías de escala. Hoy ya no resulta rentable conservar y mantener un
servidor de correo. Llegó la hora de despedir a nuestro correo, de ejecutar
el tanto tiempo aplazado comando de parada del servicio:

>sendmail stop

Sin embargo, esta vez ya no habrá otro software ni otro hardware esperando
para sustituirlo. Esta vez será la última vez que se ejecute.

Adiós a nuestro correo.

Larga vida al correo.